Juventudes en cargos comunitarios: entre dilemas y tensiones

Por Eduardo Marguth

Dejo aquí algunos apuntes de las reflexiones sostenidas durante el Primer Campamento de Juventudes Indígenas en cargos comunitarios realizado por la Red de Intérpretes y Promotores Interculturales A.C. y el Programa Regional de Participación Política Indígena de la Fundación Konrad Adenauer.

Durante 4 días, las montañas, el clima templado y lluvioso de Santa Catarina Ixtepeji, cobijaron las reflexiones de más de 60 juventudes indígenas de diversas partes de Oaxaca, un dialogo intergeneracional donde nos alimentamos de las experiencias de otras juventudes en cargos comunitarios. Durante 10 actividades realizadas en el campamento dialogamos con presidentes y presidentas municipales, regidoras, regidores, secretarias y secretarios, agentes y agentas municipales y de policía, sacristanes y demás cargos que componen los sistemas normativos de las diversas comunidades indígenas de Oaxaca.

Después de estas experiencias, me quedo con algunas reflexiones:

Me parece que en el análisis de los pueblos indígenas siempre la discusión puede caer en dos extremos: la demonización o la romantización. Por un lado, en la demonización, de quienes observan nuestras prácticas como incivilizadas, primitivas, arcaicas, carentes de “lógica” (occidental)”, agresivas, salvajes y poco racionales, claramente, como parte del racismo en donde prevalece la idea errónea de la superioridad de lo urbano, blanco y escrito por encima de lo rural, lo indígena y lo oral.

Por otro lado, desde diversos espacios tanto académicos, gubernamentales y de sociedad civil, se han enaltecido los mecanismos de organización en las comunidades de Oaxaca, los cuales, han permitido a las comunidades resistir los embates del capitalismo y el colonialismo, sin embargo, estas discusiones, tienden a caer en la romantización de la vida comunitaria y de las prácticas indígenas, un lugar donde todo es “armonioso”, donde la colectividad y el amor al pueblo parecen ser suficientes para superar los retos y obstáculos.

Mas allá del sistema de organización y de sus alcances en la gestión, durante el campamento se dialogó sobre la importancia de los cargos comunitarios para adquirir experiencias, servir a la comunidad y corresponder a la obligación de todo ciudadano en la vida comunitaria, pero también, resaltaron diversas violencias que poco han sido visibilizadas.

La romanización de los cargos comunitarios está fundando en un estereotipo que invisibiliza las violencias de quienes están al frente de los cargos comunitarios, algunos más demandantes que otros, en donde se enfrentan a las presiones comunitarias respecto a la obtención de resultados, al escaso tiempo familiar y personal y específicamente en el caso de las juventudes, al señalamiento por el desconocimiento de los protocolos comunitarios y por la falta de experiencia en relación con los adultos, quienes limitan nuestras participación argumentando la inexperiencia, a lo que se suma el abandono de proyectos personales o profesionales y al acoso que enfrentan las mujeres indígenas en dichos espacios.

Hay varias cosas que se quedaron resonando en mi mente, sobre las cuales quisiera dejar un par de apuntes para seguir reflexionando después:

El 95% de las y los participantes, son juventudes con estudios universitarios, muchos, los primeros profesionistas de su comunidad (a pesar de que en la convocatoria para participar en el campamento el nivel de estudios no fue un requisito), por lo que son jóvenes que, en su mayoría tuvieron que migrar a la ciudad o a la cabecera distrital más cercana para cursar la universidad, ello, ha provocado dos cosas:

  1.  La estancia fuera de la comunidad por motivos académicos y nuestra convivencia con otras culturas, ha provocado que las juventudes desconozcamos los protocolos comunitarios y ceremoniales, lo que nos convierte en inexpertos en ciertas ceremonias, rituales y protocolos y nos vulnera ante el resto de la población.
  2.  Al salir de nuestras comunidades, muchos de los jóvenes indígenas dedicamos cinco años o más a nuestros estudios y al cursar en instituciones educativas estatales con estructuras coloniales, se nos impusieron (de forma inconsciente para nosotros) mecanismos occidentales de vida que nos confrontan constantemente con los principios comunitarios  y nos llevan en muchas ocasiones a estructurar planes de vida fuera de la comunidad, en los espacios urbanos y con proyectos centrados en la individualidad y alejados de la vida comunitaria.

Ambas situaciones, nos colocan ante una fuerte tensión a las juventudes indígenas universitarias. El dilema esta entre el proyecto de vida que el sistema educativo occidental impone y ostenta como “exitoso”, frente a las obligaciones comunitarias que desde la imposición colonial se observan como un “estancamiento” a la vida profesional.

Esta situación, ha provocado la negación de las juventudes por cumplir con el sistema de cargos, debido a que sienten truncados “sus sueños” cuando son llamados por las asambleas para ejercer cargos de tiempo completo, lo que los obliga a “renunciar” a los proyectos de vida “exitosos” vendidos por occidente y que supuestamente se viven en plenitud en los centros urbanos.

Quizá una primera conclusión de estas ideas sueltas, es que el sistema educativo colonial está provocando fuertes efectos en los sistemas de organización y cargos comunitarios, ya que, a través de sus esquemas, promete un paraíso fuera de la comunidad, donde los sueños y aspiraciones personales pueden cumplirse, pero oculta violencias, acoso, precarización laboral y discriminación.

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